Salud y Medicina (Health and Medicine ES)
La píldora: un descubrimiento que cambió la vida de las mujeres

La píldora: un descubrimiento que cambió la vida de las mujeres

Resumen:

  • La primera píldora anticonceptiva oral se introdujo a principios de la década de 1960, dando a las mujeres la posibilidad de controlar su propia fertilidad.
  • Los anticonceptivos hormonales pueden ayudar a reducir problemas médicos como el síndrome de ovario poliquístico (SOP), la endometriosis y el síndrome premenstrual (SPM).
  • Los anticonceptivos hormonales pueden tener efectos secundarios como hemorragias intermenstruales, náuseas, dolores de cabeza, sensibilidad mamaria y disminución de la libido. 
  • Existen ideas erróneas sobre la fertilidad, el aumento de peso y el riesgo de coágulos sanguíneos e ictus asociados a los anticonceptivos hormonales.

La píldora anticonceptiva, comúnmente conocida como «la píldora», es un medicamento hormonal diseñado para prevenir el embarazo. Se toma diariamente por vía oral y contiene versiones sintéticas de las hormonas estrógeno y progesterona, que impiden la ovulación y alteran el moco cervical, proporcionando en conjunto un método anticonceptivo muy eficaz. Este artículo profundizará en los mecanismos de funcionamiento de la píldora, evaluará sus pros y sus contras y disipará las ideas erróneas populares sobre su uso.

A principios de los años sesenta, la introducción de la píldora anticonceptiva oral supuso una revolución transformadora en el campo de la salud femenina. De hecho, por primera vez en la historia, las mujeres tuvieron la posibilidad de controlar su propia fertilidad. En la actualidad, unos 100 millones de mujeres en todo el mundo son usuarias de anticonceptivos hormonales, con mayor frecuencia en los países occidentales [1].

La anticoncepción se define como cualquier método destinado a evitar el embarazo. Los métodos anticonceptivos pueden clasificarse en dos grandes categorías: no hormonales y hormonales. Los anticonceptivos no hormonales incluyen la esterilización permanente, los dispositivos intrauterinos (DIU) de cobre, las barreras químicas/físicas como los espermicidas y los preservativos, así como los métodos tradicionales de planificación familiar, como el coito interrumpido y el método del ritmo [2]. Los anticonceptivos hormonales suelen utilizar versiones sintéticas de hormonas naturales como el estrógeno y la progestina. La progestina impide el embarazo al inhibir la ovulación, mientras que el estrógeno se encarga de regular el sangrado menstrual. Los niveles elevados de estrógeno y progestina impiden la liberación de óvulos de los ovarios, imposibilitando la fecundación. Además, la progestina altera la consistencia del moco cervical, volviéndolo espeso y pegajoso, lo que impide que los espermatozoides lleguen al útero [3]. Las píldoras anticonceptivas orales (ACO) son la forma más frecuente de anticoncepción hormonal, y suelen combinar hormonas de estrógeno y progestina (anticonceptivos orales combinados, AOC) [4]. La variación entre las distintas marcas de ACO reside principalmente en el equilibrio entre las cantidades de progestágeno y estrógeno que contienen. Existen tres tipos principales de ACO: monofásicos, bifásicos y trifásicos. Las píldoras monofásicas tienen dosis y proporciones hormonales constantes, por lo que es irrelevante qué píldora del paquete se tome. En el caso de las píldoras bifásicas y píldoras trifásicas, el orden es crucial, ya que tienen dos o tres fases hormonales diferentes, con dosis variables de progestágeno y estrógeno en cada fase [4].

El descubrimiento de los efectos beneficiosos de estas dos hormonas combinadas fue un tanto fortuito. Durante el primer ensayo en humanos realizado en Puerto Rico en 1956, los productos de progestina que se estaban probando se contaminaron accidentalmente con mestranol, un estrógeno sintético. Los investigadores decidieron purificar los productos y reducir el contenido de estrógenos, lo que dio lugar a la aparición de hemorragias intermenstruales. Reconociendo los beneficios potenciales del estrógeno en la regulación del ciclo menstrual, se decidió mantener el componente de estrógeno en la píldora, estableciendo el principio de utilizar ambas hormonas para un control eficaz del ciclo [5].

Además de su uso para el control de la fertilidad, la píldora anticonceptiva se prescribe a menudo para tratar afecciones como la endometriosis, el síndrome de ovario poliquístico (SOP) y el síndrome premenstrual (SPM), debido a sus efectos de regulación hormonal. En el caso de la endometriosis (consulte nuestro artículo anterior para obtener más información al respecto), la píldora ayuda suprimiendo el crecimiento del tejido endometrial fuera del útero, reduciendo el dolor y la inflamación asociados a la afección [6]. En el caso del SOP, la píldora puede regular los ciclos menstruales, reducir los niveles de andrógenos y aliviar síntomas como los periodos irregulares y el acné [7]. Además, en el caso del síndrome premenstrual, la píldora puede estabilizar las fluctuaciones hormonales, mitigando síntomas como los cambios de humor y la hinchazón, y proporcionando alivio a quienes experimentan molestias premenstruales [8].

La mayoría de los efectos secundarios asociados a los ACO suelen desaparecer en los primeros meses de uso o al cambiar a una formulación de píldora diferente. Entre los efectos secundarios más frecuentes se encuentran las hemorragias intermenstruales o el manchado entre periodos. Las mujeres también refieren náuseas, dolores de cabeza, calambres abdominales y sensibilidad mamaria [9]. Sin embargo, algunos efectos adversos, como la disminución de la libido, pueden no desaparecer, incluso tras la interrupción de la píldora [10]. En particular, los estudios científicos aportaron pruebas consistentes de que los riesgos de cáncer de mama y de cuello uterino aumentan en las mujeres que utilizan anticonceptivos orales [11, 12], mientras que los cánceres de endometrio, ovario y colorrectal se reducen [13-15].

Existen numerosos conceptos erróneos en torno a las píldoras anticonceptivas, incluida la creencia de que pueden perjudicar la fertilidad. Sin embargo, un estudio exhaustivo de 2011 halló tasas de embarazo comparables entre las mujeres que habían utilizado píldoras anticonceptivas y las que no [16]. El aumento de peso suele ser otra preocupación comúnmente expresada. Sin embargo, un estudio realizado en 2014 concluyó que no se observaron cambios significativos en el peso o la composición corporal tras el uso de anticonceptivos orales [17]. Por último, aunque los anticonceptivos hormonales pueden conllevar riesgos potenciales de coágulos sanguíneos y accidentes cerebrovasculares, estos se asocian principalmente a personas mayores de 35 años que fuman o tienen antecedentes de enfermedades cardiovasculares y trombosis; por lo tanto, estos grupos deberían evitar tomar píldoras anticonceptivas [18].

En conclusión, la píldora anticonceptiva ha revolucionado la vida de las mujeres al proporcionar un control sin precedentes sobre la fertilidad. Con unos 100 millones de usuarias en todo el mundo, no sólo es un método anticonceptivo muy eficaz, sino que también ayuda a aliviar enfermedades como la endometriosis, el síndrome de ovario poliquístico y el síndrome premenstrual, además de reducir el riesgo de cáncer de mama, endometrio y colorrectal. Aunque la píldora tiene numerosos efectos positivos, es crucial reconocer sus posibles efectos sobre la salud. Los efectos secundarios habituales suelen ser temporales, pero persiste la preocupación por los riesgos de cáncer. El papel transformador de la píldora y su complejidad subrayan la importancia de mantener conversaciones personalizadas con los profesionales médicos para conocer sus efectos individuales sobre la salud.